martes, 30 de enero de 2018

¿Negocio editorial?


El costo de las publicaciones no era muy elevado, pero la vida era sumamente austera y los periódicos no siempre se vendían. El Zonda a partir del tercer número puso debajo del nombre la inscripción “o no leer El Zonda o comprarlo” dado que había gente que iba a leerlo a la imprenta pero no lo compraba. En cuanto a las estrategias de recuperación de las inversiones, muchos insertaban avisos gratuitamente o a módico precio, con el fin de acrecentar la clientela, la mayoría tenían suscriptores lo que les daba oxígeno para poder afrontar las exigencias de la edición. La comercialización, era en algunos casos exclusivamente directa y entonces los periódicos se vendían en la imprenta. En otros casos combinaba esta con la indirecta estableciendo uno o dos puestos de venta, que eran generalmente en las boticas o almacenes.
Los periodistas de finales del siglo XIX denunciaron la omnipresencia del dinero en las redacciones, afirma Ruth Rodríguez, la ausencia de rigor informativo en los periódicos, la progresiva vulgarización de los contenidos y el deseo de las publicaciones de divertir y entretener a los lectores en lugar de informarles. Los filósofos y los sociólogos franceses tampoco se mantuvieron al margen de esta visión crítica de la prensa, y consagraron sus estudios a la influencia negativa de las publicaciones en la sociedad. Consciente del difícil momento que vivían las publicaciones francesas, Henry Berenguer confeccionó para la Revue Bleue[1] una serie de ocho artículos en los que preguntaba a políticos, escritores y periodistas su opinión sobre el periodismo y les invitaba a proponer ideas para mejorar su situación. Estas investigaciones llevaron a Berenguer a comprobar que existían en Francia dos tipos de publicaciones: un primer tipo en el que estaba presente la voluntad de instruir, informar, aconsejar, difundir la cultura y luchar contra los bajos instintos. Y un segundo tipo en el que estaban presentes la pornografía, las noticias falsas, la calumnia, la difamación y el chantaje. De estas dos formas de entender el periodismo la segunda parecía la más verdadera a finales del siglo XIX, debido a que muchas publicaciones habían eliminado su papel de educación social y entre las causas que habían provocado esta degradación de la prensa estaba el dinero.  Esta opinión de Berenguer fue compartida por periodistas como Jean Jaurès, colaborador de la Lanterne, Georges Clemenceau, de L’Aurore, Maurice Barrès, del Journal o Maurice Talmeyr, cronista judicial de Le Figaro, quienes no dudaron de culpar al dinero como el mal de la época y considerar a los periódicos como las víctimas de este agente corruptor[2]. Por el contrario, nuestra humilde labor periodística de la primera mitad del siglo XIX estaba absolutamente al margen de ese “agente corruptor”. Los periódicos cuyanos, más bien, sólo trataban de sobrevivir sorteando las penurias económicas y la técnica rudimentaria.


[1] Sus artículos aparecieron en la Revue Bleue del 4 de diciembre de 1897 al 22 de enero de 1898.
[2] Rodríguez, Ruth, “Maupassant y la prensa francesa de la segunda mitad del siglo XIX”, en: Trípodos, número 19, Barcelona, 2006, p. 151-152.

martes, 9 de enero de 2018

Otros disparos de tinta... en verso


Juan Gualberto Godoy con El corazero, hacía el contrapunto unitario al El Torito de los Muchachos. A este le dedica una extensa composición hexasílaba en tono amenazante y zumbón
“Hecha ese Toro Temas
Que llaman de los muchachos
Lo enlazaré de los cachos
Brindando al general Paz.
(…)
Dis que ese Toro es bravazo;
Pero que me importa a mí,
Si aunque sea como ají
Yo le he de meter el lazo.
Mirale la marca
Vele la señal
Y apuesto a que es manso
Pues es federal.
Solo a los muchachos
Podrá meter miedo
Pero se hará ñato
Si ve a un corazero”[1].
           
Justamente en el número anterior el Torito de los muchachos había publicado
“Muchachas, qué tienen
Estos unitarios
Que a más de cobardes
Son tan sanguinarios.

Es preciso darles
Su buen merecido
Por los muchos males
Que nos han traído.

No veis que en el día
Aún venganza gritan,
Y al ver que no mandan
Braman y se irritan”[2].


[1] “Al Toro”, en: El Corazero, Mendoza, 23 de octubre 1830, nº 2.
[2] El Torito de los Muchachos, 1830, Buenos Aires, Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, 1978.