martes, 27 de marzo de 2018

Cliché: cambio de calidad y diseño editorial



Página del n. 1 con editorial o "Prospecto"
En abril de 1847 llegaba a su fin el gobierno de Pedro Pascual Segura, entonces fue electo gobernador Alejo Mallea, quien gobernó hasta 1852. En esta etapa nació uno de los periódicos  de mayor importancia del período tanto por su amplitud temática, como por su extensión y objetivos: La Ilustración Argentina. Publicada por la Imprenta de Van Sice, sus redactores fueron el puntano Juan Llerena, radicado en Mendoza desde 1846, y Bernardo de Irigoyen, llegado a Cuyo para desempeñar una misión en la Legación argentina en Chile. En esta ciudad ambos trabaron relación y de allí surgió el periódico
“Ambos jóvenes amigos fundaron en la ciudad andina el periódico La Ilustración Argentina, de cuarenta páginas “1849”. Su objeto fundamental era, como un su primer número se advierte, combatir a Sarmiento, quien desde La Crónica, editada en Chile, propagaba sus abstrusas ideas sobre la nacionalidad de las tierras patagónicas”[1].

Aviso comercial
            Apareció el 1 de mayo de 1849, y cesó el 1 de noviembre de 1849, habiendo tenido una duración de 6 números cada cual con un suplemento literario. Salía mensualmente. Su formato era en folio menor[2]. El subtítulo es “Repertorio enciclopédico de ciencias, industrias, política y literaria”. Abordaba temas de historia, política nacional y local, necrológicas, revista europea, revista americana. Fue particularmente activo en la desmentida de la campaña, que desde Santiago de Chile, Sarmiento realizaba contra Rosas.
            Una carta fechada en Mendoza en 12 de mayo de 1849, que Juan Llerena dirige al gobernador de San Juan, en calidad de Jefe de la Redacción de La Ilustración Argentina, nos informa sobre los objetivos de esta empresa:
“El infrascripto tiene el alto honor de dirigirse a V.E. adjuntándole cinco ejemplares de La Ilustración Argentina, periódico que asociado a varios patriotas federales, ha empezado a redactar en esta Provincia de Mendoza. Por el prospecto que lo encabeza se impondrá V.E. de los patrióticos objetos que se proponen los R.R. de esta publicación. Ella será de utilidad a las Provincias interiores de la Confederación, si obtiene la suprema aceptación de sus Exmos. Gobiernos. Con tal objeto se permiten los R.R. elevarla al conocimiento de V.E., suplicándole que si la encontrase digna de su aprobación y quisiera V.E. protegerla suscribiéndose por algunos ejemplares, se digne V.E. hacerlo avisar al infrascripto Jefe de la Redacción para disponer que se remitan a la orden de V.E. el número con que quiera favorecer esta empresa nacional. V.E. que tan honrosamente se ha consagrado al sostén de la gloriosa causa nacional de la Federación contra los ataques de los Salvajes Unitarios y la escandalosa intervención Europea, aceptará no lo dudamos con benevolencia una publicación que cuidará de sostener esos mismos sagrados principios e intereses que V.E. tan dignamente defiende”[3].

Folletín o Suplemento Literario
            La carta además del objetivo de la publicación federal al servicio de la soberanía nacional, también nos da otras pistas acerca de los aspectos comerciales. Evidentemente se vendía por medio de suscripción. El costo de una publicación tan voluminosa debe haber sido importante. En el Archivo de Mendoza encontramos un documento por el cual el gobierno de la Provincia extiende una orden de pago a la imprenta de Van Sice, entre varios otros conceptos, “Por la impresión del “Suplemento de la Ilustración Argentina” 9 pliegos a 7 ps ------------------$63”[4]. De esta anotación podemos deducir que cada pliego costaba dos pesos, pero nos preguntamos ¿se imprimían sólo 9 ejemplares? ¿o la orden de pago es por una cuenta parcial?. Lo que sí está en claro es que se imprimía en los talleres de Van Sice, pero a cargo del gobierno de la Provincia, porque la imprenta de la Provincia no estaba en condiciones de funcionar.
Tapa para encuadernar la colección
            Una de las novedades que introduce Ilustración Argentina, además del folletín, es la de formar una colección por lo que la numeración de páginas es doble, arriba lleva una numeración continua de un número a otro y debajo se insertan los números de páginas correlativos a cada texto coleccionable. Además se ofrece para cada trimestre una carátula de la colección.


Suplemento científico
[1]Sosa Loyola, Gilberto. La tradición jurídica de San Luis, 2a. ed.,  San Luis, Fondo editorial sanluiseño, Gobierno de la Provincia de San Luis, 1998, p. 126.
[2]Zinny, Antonio. Efemeridografía..., Op. cit., p. 244.
[3]S.I.P.A.R.(Sistema Provincial de Archivos), Archivo General de la Provincia de San Juan, leg. 246, foja 211.
[4]A.H.M. Época Independiente. Carpeta 121, doc. 11,  11 de diciembre de 1849.
[5]Roig, A. Juan Llerena y el Manifiesto romántico de 1849, en: Mendoza en sus letras y sus ideas, Mendoza, ed. Culturales de Mendoza, 1996.
[6]Roig, Arturo. Breve historia... Op. cit., p. 33                                                                    
[7]Llerena Daract, Juan. “Mendoza pintoresco”, en: Ilustración argentina, Mendoza, nº 5, octubre de 1849, p. 173 de la colección, col. 1. Reproducido en “Juan Llerena y el manifiesto romántico de 1849”, de Arturo A. Roig, en: Versión de la gente de Cuyo, nº 2,  Mendoza, Ediciones Biblioteca San Martín, Imprenta Oficial, 1959, pp. 125-144.
[8]Roig, Arturo Andrés. Mendoza en sus letras y sus ideas. Mendoza, Ediciones culturales de Mendoza, 1996, p. 99-101.

martes, 6 de marzo de 2018

Y el diseño editorial???


No hay noticias. Tampoco hay un estudio cuidadoso en relación con la diagramación, los titulares, las secciones. No hay una clara separación entre las secciones de opinión y de información. El lector adivina cuál es la editorial porque está al comienzo, suele no llevar ningún título o, a lo sumo, la lacónica expresión “El Editor”. La mayoría de las veces los artículos no llevan firma. Los títulos son apenas enunciaciones que en muchos casos ni siquiera informan sobre el contenido del artículo. Por ejemplo: “periódicos extranjeros”, “Chile”, “El río”, “Aviso editorial”, “Proclama”, “Guerra”, “Sala de RR.”, “Administración de justicia”. En cierta manera podríamos decir que la dimensión ideológica del periódico y el periodista de esta época se manifiesta abierta y directamente, no existe la depurada premeditación en la formulación de titulares, distribución del material o decisiones textuales que hoy, en ocasiones, nos dicen más sobre la ideología que subyace al suministro de la información que el discurso mismo. Ubicados en esta perspectiva del discurso periodístico y su contexto, la lentitud de los caminos, la demora en recibir las informaciones hacen que la publicación periódica carezca de la inmediatez del diario de hoy, cada día más veloz, corriendo tras la primicia. ¡Qué notables nos aparecen estos periódicos, pobres en diseño, calidad de imprenta, pero ricos en contenido, capaces de pervivir! Esto realza los valores del discurso en los planos ético y estético. Está más cercano al discurso literario, destinado a perdurar, que a lo meramente periodístico, condenado a fenecer.