viernes, 1 de junio de 2018

Etapas del periodismo Cuyano



Conclusión General de la Primera Parte – Etapas del periodismo en Cuyo (1820-1852)


                                                                                                                                          
La valoración patrimonial del periódico decimonónico como fuente histórica, nos ha llevado a intentar un rescate de ese patrimonio perdido o disperso en el país y el exterior. Sólo a partir de ese rescate podremos recuperar los secretos que estas fuentes contienen en su interior y que nos permiten observar y valorar otros aspectos de nuestro pasado histórico que conforman ese patrimonio intangible.
            Desde esas labores heurísticas hemos podido intentar reconocer etapas diferenciadas según el tenor de los conflictos preeminentes en cada época. Esos conflictos son los que marcan las temáticas, las formas discursivas, las influencias filosóficas y los objetivos explícitos e implícitos de los periódicos cuyanos.
            Creemos haber confirmado que hubo un importante desarrollo del periodismo en Cuyo en los primeros tiempos de la vida independiente y los años de la Confederación, que muchas veces había sido minimizado por los historiadores ya sea por falta de información, por ejemplo por el desconocimiento de la existencia de algunos periódicos, o por razones ideológicas, de tal modo, los cronistas liberales despreciaron ciertas épocas o ciertos periódicos que no correspondían a sus propias y personales convicciones. El desarrollo periodístico estuvo vinculado a factores de diversa índole.
            Hemos visto que la introducción de la imprenta en Cuyo ocasionó cambios y el arribo de los conceptos de opinión pública y publicidad de los actos de gobierno. A estos responden los primeros impresos y las publicaciones periódicas. De la mano de los anteriores, surgieron las ideas de ilustración del pueblo y de difusión de los principios liberales. Todo este proceso sacudió las estructuras tradicionales e hizo inevitable el choque entre grupos de élite de tendencia ilustrada y las clases populares más cercanas al pensamiento tradicional. De este modo la imprenta con la libre circulación de los impresos y la secularización burguesa de la escritura, se constituyó como agente clave en el cambio revolucionario que entronizó a la Razón Moderna, al pensamiento burgués, civil, secularizado y fundamentalmente extraeclesial.
Paralelamente, vimos que surge el problema de la libertad de expresión, su conceptualización, los abusos de la libertad y cómo ponerle freno a estos excesos. Los Gobiernos Provinciales y las Magistraturas Nacionales apelaron a las Leyes de Imprenta para enfrentar este problema. Fuertemente va a intervenir el concepto de opinión pública que supone el debate y el consenso de opiniones individuales. Es factible constatar el hecho de la funcionalidad de la idea de opinión pública para la difusión de las ideologías. Mediante el método de la creación del consenso, se logra crear un consenso artificial, un consenso fabricado, pero que parece espontáneo, por ello impresiona fuertemente y se torna sumamente efectivo ya que da la impresión de ser una opinión general.
En el fondo de este debate el problema es el del equilibrio entre Sociedad y Estado, la expansión del liberalismo y la eliminación de la mayoría de los cuerpos intermedios que antes mediaban entre el individuo y la sociedad política. Esto hará necesario poner frenos a las fuerzas políticas, por medio de la opinión pública y poner coto a la extralimitación de las opiniones, por medio de la ley. El derecho de libertad de imprenta correlativo a la idea de opinión pública, presenta una arista en la concreción de la libertad de expresión o de opinión, el fomento de la instrucción pública y la ilustración de los ciudadanos. Otras aristas se vinculan con la función de orientar al poder público y elevar las críticas contra al poder, como medio de control y de exigencia de responsabilidad de los gobernantes.
En el debate sobre la libertad de imprenta se develan las diferencias entre el liberalismo ilustrado o exaltado progresista y el liberalismo romántico o moderado conservador. ¿Libertad sin frenos o limitada por la fe y la moral cristianas? Las primeras legislaciones cuyanas sobre esta materia se ubicaron en la línea del liberalismo ilustrado o exaltado-progresista, establece una libertad casi total con un régimen represivo o de responsabilidad posterior. La consecuencia fue la implantación de una suerte de terrorismo periodístico que no respetaba nada. El resultado no fue la existencia de verdadera libertad sino el pasquinismo anónimo e irresponsable.
Lo importante es considerar que el complejo y delicado problema de la libertad de prensa puede ser limitado a un análisis meramente cuantitativo. No es sólo el número de publicaciones circulantes lo que puede dar pautas acerca de la existencia o inexistencia de la libertad de expresión pública. Sí su contenido. Y es allí, en las opiniones vertidas y en el momento de que se trate, donde deben buscarse las verdaderas raíces de la cuestión.
Por eso era necesario detenerse en el contenido empezando por la finalidad que perseguían los autores del periódico. Así vimos las finalidades más o menos explícitas de los periódicos y cómo el tipo de discurso y las estrategias discursivas están condicionados por esos motivos. Los periódicos decimonónicos tienen un carácter circunstancial y efímero, nacen en relación con sucesos coyunturales. Las publicaciones periodísticas eran concebidas en todos los casos como medios para vehiculizar ideas. Los primeros periódicos se autorrepresentan como órganos civilizadores en correspondencia con el ideal ilustrado. Otros se presentan aludiendo a una finalidad patriótica acercándose a ese romanticismo instintivo y espontáneo, preocupado por la realidad nacional y con conciencia histórica. Según el posicionamiento político algunos periódicos se presentan como restauradores del orden, y como sostenedores del federalismo mientras que otros se presentan como polemistas y ven al periódico como arma de lucha contra el fanatismo y la pervivencia de la tradición hispano-criolla.
            Decíamos al terminar de recorrer las páginas de los periódicos mendocinos que lo primero que notamos es la actualidad de las diatribas que se intercambian los unos con los otros. Pero al mismo tiempo, y por contraste, podíamos ver la erudición, la altura poética y prosificadora de aquellos contendientes, su familiaridad con las fuentes clásicas, su lustre helénico y romano, que nos sitúan en una distancia remota del periodismo actual.
            En el caso del periodismo mendocino dividimos el período que va desde 1820 a 1852 en tres partes. La primera época, corresponde a la prensa ilustrada con su característica principal que es el intento anti-histórico de hacer tabula rasa con el pasado y la conciencia histórica. Esto se percibe con claridad tanto en los temas que son tratados como en las formas estéticas empleadas: no hay temas concretos relativos a la realidad nacional sino abstractas disquisiciones filosóficas, no se apela a formas literarias autóctonas sino impostaciones clasicistas. En el momento siguiente, nos encontramos con una prensa combativa que ubicamos cronológicamente entre 1827 y 1841. Es un tiempo de intensa crisis política de las que el periodismo se hace eco. Pero además, aparece una nueva manera de enfrentar estos problemas que delineará un nuevo horizonte cultural más vinculado a nuestras realidades y a unas nociones estéticas propias, un sentido de conciencia histórica nacional o conciencia del pasado patrio. La última época, de 1841 a 1852, es la llamamos de prensa federal, ocurre en tiempos de estabilidad gubernamental, que tendrá un fruto cultural sazonado en el periódico la Ilustración Argentina.
El periplo que va de la primera a la tercera etapa nos sitúa ante la realidad de la recuperación del sentido histórico y de la conciencia nacional que teñirá el contenido, los estilos y las formas.  El resultado de esta observación es que contrariamente a la opinión corriente que ve a la época de Rivadavia como un momento de singular promoción de las labores intelectuales, vemos que no hay allí elementos que puedan ser situados en la raíz de un pensamiento nacional. Por eso señalábamos la corrupción semántica del concepto político de barbarie. Los verdaderos bárbaros, de acuerdo con la semántica romana del vocablo,  fueron esos intelectuales que intentaron proteger la “invasión de los bárbaros”, o sea de “los de afuera”. De modo que había que esperar a esta última etapa para ver el verdadero fruto de la cultura, de un pensamiento argentino, afirmativo de la síntesis cristiana y del concepto del hombre y de la actividad creadora de su espíritu.
En el caso del periodismo sanjuanino vimos dos etapas bien definidas. El primer momento del choque entre el anticlericalismo y el tradicionalismo, que va de 1825 a 1829. Es la etapa de la reforma eclesiástica y de la reacción popular en su contra, que deja el saldo de una sociedad sanjuanina fuertemente dividida por la cuestión religiosa de un modo violento y radical. Antes del segundo período hubo un tiempo de silencio de imprenta entre 1830 y 1834, debido a la alta conflictividad de los tiempos. La segunda etapa que corresponde a la lucha política entre unitarismo o progresismo y federalismo o tradicionalismo, que va de 1835 a 1852. En ella se produce el enfrentamiento entre estas dos cosmovisiones cuyos modos de entender la vida, la sociedad y la patria eran raigalmente distintos.
Resalta, en el caso sanjuanino, el carácter eminentemente político de su periodismo y el alto grado de agitación de las pasiones en un clima que reproducía los efectos de la larga guerra civil.
Los periódicos decimonónicos se nos han presentado como a caballo de dos épocas, porque si bien procuran representar y captar al público según el fin utilitario de la ilustración, lo hacen con las técnicas polifónicas de raigambre barroca. Con sus escasos medios técnicos ofrecen una pluralidad de voces por medio del empleo de diferentes géneros textuales: argumentativos, expositivos, epístolas (fundamentalmente cartas de lectores –reales o fingidas) y respuestas a esas cartas, narraciones, textos glosados por medio de notas al pie de página. Con gran creatividad se superan las deficiencias tecnológicas, y hacen tanto con tan poco: poner las letras al revés para indicar una idea, usar una voz femenina para atraer a otro público, fingir cartas al lector para exponer una idea, insertar avisos que no venden nada sino exponen un pensamiento, uso de seudónimos y adjudicación de sobrenombres.

Una periodización del periodismo cuyano

            Procuraremos ahora establecer una periodización que sea abarcadora de toda la realidad cuyana.
            En general, los autores que se han ocupado del primer periodismo americano reconocen dos etapas: la primera, durante el siglo XVIII, la de la prensa oficial y pro-colonialista y la segunda, a inicios del siglo XIX, la de la prensa revolucionaria e insurgente. Los periódicos de la primera etapa fueron básicamente informativos y, los de la segunda, político-panfletarios.
            El periodismo en Cuyo se inicia recién hacia 1820 por lo que se encuentra de lleno en la segunda etapa. Dentro de ella encontramos tendencias diferentes que nos llevan a sub-dividirla en dos períodos: el primero, desde 1820-1829, en que advertimos una preeminencia de factores ideológico-culturales. Se oponían sistemas de ideas filosófico-religiosas, y los periódicos fueron el medio de manifestación de esas discusiones de profunda raíz religiosa. En un segundo momento, el factor preeminente fue el político. Las hojas se vuelven testimonio vívido del conflicto profundo entre dos proyectos antagónicos del país, el unitario y el federal, que más que una cuestión de organización política encarnaban cosmovisiones diversas: tradicional y cristiana frente a la liberal y modernista. El periodismo se vuelve entonces combativo, de sable y lanza.
El crítico chileno Carlos Ossandón B., hace la siguiente clasificación a partir de las distinciones entre los periódicos del siglo XIX: prensa política y de barricada, prensa doctrinaria, prensa cultural científica y literaria, prensa comercial e informativa, prensa estratega y fundadora, prensa raciocinante e informativa[1]. Dicho autor considera que los cinco primeros tipos se pueden encontrar en la primera mitad del siglo XIX mientras que el último recién en la segunda parte de aquel siglo. Si aplicamos esta tipología a los periódicos de Cuyo encontramos entre 1820-1829 que los periódicos corresponden a las características de la prensa doctrinaria. Esto es una prensa de ideas, no exenta de pasiones, que busca defender posiciones y se sostiene en la necesidad de dilucidación ideológica. Entre 1829-1852 la prensa es fundamentalmente política y de barricada. Sus caracteres la muestran como una prensa ocasional, ideológica, múltiple, principalmente política y polémica; orgánica al poder, que sirve, sobre todo, para estorbar el paso al adversario o para defender posiciones. En esta misma época nos encontramos con dos casos de periódicos, El Constitucional de San Juan y La Ilustración Argentina de Mendoza,  que podríamos encuadrar en el tipo de prensa cultural científica y literaria, por tratarse de publicaciones que por su carácter  y objetivos se proponen incentivar búsquedas y sobre todo poner al día o divulgar filosofías, usos, nuevos descubrimientos, métodos científicos, producciones literarias. 
Si comparamos el periodismo mendocino con el sanjuanino, vemos que la virulencia política en San Juan se dio desde el inicio del periodismo en 1825. Allí la prensa doctrinaria es polemista, de barricada y la batalla religiosa fue más radicalizada.
Estas dos etapas van acompañadas de diferentes estrategias de interacción en la relación periodista-lector, estas tienen relación con el tipo de prensa y el objetivo que se propone. Pocas semejanzas pueden establecerse entre el lenguaje culto y neutro de El Eco de los Andes, con la pluma agresiva, directa, apasionada de Juan Gualberto Godoy, o la socarrona de Sarmiento, en los periódicos sanjuaninos. Y nótese en el ejemplo que ambos periódicos participan de la misma concepción ideológico-política. En este caso las diferencias se encuentran en la diversidad de conceptos estéticos y no en la cosmovisión que subyace en la discursiva periodística y literaria. Menos similitudes podemos encontrar entre El Constitucional o El Cuyano y El Zonda donde no sólo hay conceptos estéticos distintos sino cosmovisiones opuestas.
Decíamos en la introducción que reconocemos en los periódicos un triple carácter:[2] como lugar de argumentación, como espacio de lucha de los diversos grupos sociales en conflicto y como arma de lucha política entre los distintos grupos. Podríamos desde esta perspectiva asegurar que en la primera etapa el periódico es fundamentalmente lugar de argumentación, en tanto que en la segunda es, de modo categórico, principalmente espacio y arma de lucha política.

La etapa de discusión ideológico-religiosa

            Esta etapa se encuentra fuertemente influida por la política rivadaviana que estaba teniendo lugar en Buenos Aires y la presencia en Cuyo de Juan Crisóstomo Lafinur y Salvador María del Carril. Por la primera influencia, el gobernador Pedro Molina introducirá reformas liberales referentes al clero como así también en materia de educación, sostenidas y apoyadas con entusiasmo desde las columnas de El Verdadero Amigo del País y El Defensor de la Carta de Mayo. Los periódicos partidarios de las ideas ilustradas, liberales, apoyan esta política desde sus páginas y polemizan con quienes no comparten la política gubernamental en la materia. Así del costado liberal El Verdadero Amigo del País (Mendoza), el Defensor de la Carta de Mayo (San Juan),  y El Eco de los Andes (Mendoza);  entablan la polémica con El orden (Mendoza) y El Amigo del orden (Mendoza),  de filiación católica.
            Los títulos de las publicaciones y los lemas que aparecen en la portada permiten rastrear los campos de sentido a los que apuntaban las publicaciones[3]. El campo semántico que se infiere de estos nombres hace referencia a las organizaciones arquetípicas de la ilustración española del siglo XVIII, las llamadas Sociedades de Amigos del País (El Amigo del País, El Verdadero Amigo del País, El Amigo del Orden), a los ideales de la revolución de mayo desde la óptica del liberalismo ilustrado (El Defensor de la Carta de Mayo), al recorte de la región siendo la cordillera de los Andes el eje de vertebración geográfica (El Eco de los Andes), al ideal ilustrado de difundir las luces (El Repetidor, El Iris Argentino), hacen referencia a otros periódicos nacionales y americanos (El Telégrafo, El Iris Argentino, El Observador, Gaceta de Mendoza, La Abeja Mendocina), en tiempos de la Presidencia de Rivadavia se hará hincapié en el concepto de República (El Tambor Republicano) o bien, desde la vereda opuesta, se alude al orden (El Orden, El Amigo del Orden) como principal remedio ante la ideología. Si observamos los lemas también podemos sacar algunas conclusiones. El Termómetro del Día,  lleva como lema  la inscripción "Est natura hominum novitatis avida. Plin. Hist. Natur.", que significa: la naturaleza de los hombres es ávida de novedades, tomada del historiador romano Plinio. El Amigo del Orden, de Mendoza, periódico católico, pone como epígrafe la conocida expresión atribuida a San Agustín de Hipona: "In necesariis Unitas, in dubiif Libertas in Ommibus charitas", esto es: en lo necesario Unidad, en lo opinable Libertad y en todo Caridad. En El Eco de los Andes, hasta el n. 48, utiliza el aforismo de Filangieri Là ou la véritè craint de faire entendre sa voix, la vertu est timide te la force puissante - Donde la verdad teme hacerse escuchar, la virtud desaparece porque la fuerza es poderosa”. Después utiliza el de Mme. Staël: “Le remede aux passions n’est pas dans le despotisme mais dans le régne de la loi - El remedio de las pasiones populares no está en el despotismo, sino en el reinado de la ley”. En ambos casos en el margen izquierdo está escrita en francés y sobre el margen opuesto su traducción. Defensor de la Carta de Mayo: siguiente texto a dos columnas, en francés y español:
“Ce que le puple desire aujourd’ hui,
c’est le repos;
Ce que il veut,
c’est que la liberte remplace enfin
la revolution;
Ce qui est populaire,
c’est ce qui est juste et moral.
B. C.
¿Que desea el pueblo hoy día?
El reposo.
¿Qué quiere el Pueblo?
Que la libertad reemplace en fin
á la revolución.
¿Qué cosa obtiene el voto público?
Únicamente lo que es justo y moral.
B. C.”
El Repetidor, también a dos columnas lleva el lema “La vertu seule fait les Republicains.− La virtud sola hace los republicanos”. El Iris Argentino lleva la consigna “Nec Marius, Nec Silla, Nec Cesar”, en referencia a la historia romana. El Huracán emplea la sugestiva frase “Una atmósfera cargada de miasmas sólo la tempestad la bonifica”. En la mayoría de estos casos vemos la influencia del racionalismo francés o del “europometrismo cultural” como decía el pensador Julio Ycaza Tigerino. Sólo el último de los aludidos, El Huracán, pareciera más bien pertenecer a la etapa siguiente.
            Si hacemos revista del contexto histórico, como ya dijimos fueron años de intensa agitación política e ideológica en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y también en las provincias de Cuyo. En Mendoza especialmente entre los años 1822 y 1824, con la presencia de Lafinur. En San Juan sobre todo en los años 1825 y 1826 durante la gobernación de Salvador María del Carril.  
            En Mendoza, en el contexto de esta discusión de esencia religiosa, se produjo una crisis social que incluso adquirió visos institucionales a partir de la intervención del Cabildo y la sustitución del liberal ministro Pedro Nolasco Videla, autor de las principales iniciativas legislativas reformistas. En San Juan esta etapa se había iniciado muy violentamente a partir de la sanción y  publicación del primer impreso sanjuanino, La Carta de Mayo. El conflicto pasaba por la discusión acerca de la tolerancia religiosa, con el apoyo de los pensadores racionalistas de la Enciclopedia francesa.  Esta discusión se dio tanto en San Juan, como en Mendoza, desde donde los ilustrados mendocinos manifestaban su apoyo a la Carta de Mayo en las páginas de El Eco de los Andes[4].
             Arturo Capdevila alude a esta época como la “guerra de los periódicos”, una denominación que tiene el mismo sentido que la expresión “terrorismo periodístico” que emplea Vicente Sierra. Subdivide la década en 4 momentos: al primero lo llama “el de la formación en batalla”, al segundo “el de la batalla del Ministerio”, el tercero es “el de la batalla de la Presidencia” y el cuarto y último “el de la retirada liberal”[5]. Si bien Capdevila trabaja principalmente con los periódicos de Buenos Aires, podemos apreciar que esa periodización es apta también para nuestro periodismo cuyano donde se debaten los mismos problemas y con un tipo de discurso o formas discursivas similares a las empleadas en Buenos Aires.
Jürgern Habermas ha expuesto acerca del proyecto del iluminismo, el proyecto de la modernidad, consistente en una racionalización de la cultura. Cada dominio de la cultura sería tratado por profesionales que enfocarían los problemas con perspectiva de especialistas. En este proyecto estaba incluido el periodismo. Se procuraba el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral universal, una ley y un arte autónomos y regulados por lógicas propias. “Deseaban emplear esta acumulación de cultura especializada en el enriquecimiento de la vida diaria, es decir en la organización racional de la cotidianidad social”[6].  El resultado, sin embargo, fue justamente el menos esperado por los iluministas. Al respecto, Costarelli Brandi comenta, “si algo podemos verificar hoy día es que tal escisión del saber, ha traído aparejada una recondensación de las esferas, es decir, una especialización de las mismas, una elaboración de un lenguaje propio, cada vez más esotérico; de manera que si algo quedó afuera de ellas, eso es justamente, la vida cotidiana”[7]. Esto es palpable en esta primera etapa del periodismo cuyano, impregnado de los ideales iluministas fue abstracto y antihistórico. Quiso rebelarse contra la realidad, quiso romper con el pasado ignorándolo. Esto fue lo que ocasionó el choque de posturas.
   

La etapa de eminente discusión política

            Si intentamos recomponer el campo semántico al que remiten sus títulos y lemas; El Corazero, El Nuevo Eco de los Andes, El Liberto, El Yunque Republicano, El Cuyano, El Centinela Mendocino, El Estandarte federal, La Ilustración Argentina, La Gaceta Mercantil de Cuyo, El Federal (para Mendoza). Y El Abogado Federal, El Amigo del Orden, La Fragua Republicana, El Republicano, El Solitario, El Constitucional, El Zonda, El Republicano Federal, El Honor Cuyano (para San Juan) vemos que, si bien, se repiten algunos nombres que hacen pensar en el racionalismo y la ilustración, aparecen otros que tienen que ver directamente con la organización constitucional y el sistema  político. También hay algunos que aluden a la región aunque más bien centrando el eje en el concepto de Cuyo[8]. Si observamos los lemas o consignas, los pocos periódicos que las tienen remiten a versos o refranes sustentados más bien en la experiencia que en teorías: “Cura tienen nuestros males, si enmendarnos queremos” “Agricultor soy y seré feliz, pues las leyes me protegen” (El Cuyano), “La experiencia que es madre del consejo en la mano nos pone un aparejo” (Estandarte federal), “De la verdad amante, de la virtud amigo” (El Constitucional), “¡Viva la Federación! (El Centinela Mendocino y El Abogado Federal), “¡Viva la Federación!” y debajo “Rosas, Independencia ó Muerte” (El Republicano Federal) y “¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios” (El Honor Cuyano). Estos últimos remiten a los símbolos del sistema rosista. Estas consignas nos muestran claramente la evolución periodística desde la discusión doctrinaria e ideológica de los años 22 al 29, en que las frases eran tomadas de filósofos y autores europeos allegados a la Revolución Francesa y que como un extemporáneo eco, en 1831, repite El Liberto “Pasó el tiempo en que los acentos de la libertad fueron sofocados, hoy que conocemos sus delicias marchemos, en todas direcciones a cultivarla en el bello suelo de la República. Vergniaud, hasta esas de El Cuyano, con sustento empírico y resolución gauchesca. Luego, si comparamos con lo que decíamos de la primera etapa vemos aquí que la polémica se va centrando más en conceptos políticos y no tanto ideológico-religiosos, con base en la experiencia, referencias a la realidad y praxis política y no tanto a las teorías.     
            Como ya lo hemos mencionado, en esta segunda etapa los periódicos abandonan la postura doctrinaria para convertirse en arma de combate. Así por ejemplo aquel artículo costumbrista de El Yunque Republicano criticaba la falta de orgullo nacional y la pasión por la extranjería.
            Juan Gualberto Godoy con El corazero, hacía en contrapunto unitario de El Torito de los Muchachos. A este le dedica una extensa composición hexasílaba en tono amenazante y zumbón
“Hecha ese Toro Temas
Que llaman de los muchachos
Lo enlazaré de los cachos
Brindando al general Paz.
(…)
Dis que ese Toro es bravazo;
Pero que me importa a mí,
Si aunque sea como ají
Yo le he de meter el lazo.
Mirale la marca
Vele la señal
Y apuesto a que es manso
Pues es federal.
Solo a los muchachos
Podrá meter miedo
Pero se hará ñato
Si ve a un corazero”[9].
           
Justamente en el número anterior el Torito de los muchachos había publicado
“Muchachas, qué tienen
Estos unitarios
Que a más de cobardes
Son tan sanguinarios.

Es preciso darles
Su buen merecido
Por los muchos males
Que nos han traído.

No veis que en el día
Aún venganza gritan,
Y al ver que no mandan
Braman y se irritan”[10].
           
      Luego del triunfo federal en Mendoza El Liberto celebrará el triunfo federal de Ciudadela. Acerca de un movimiento revolucionario de San Luis se refiere a La Madrid o a Videla Castillo en estos términos: “el imbécil protector de los Urracas”[11]. También comenta con sarcasmo:
“Chasco, se lo ha llevado muy bueno el fraile cura de San Vicente después de haber persuadido a algunos de sus feligreses de que ya era completamente derrotado el General Quiroga, y de que se hallaban aun en este vecindario algunos de los derrotados dispersos, pero  ocultos por orden del gobierno.  Se retiró a su Estancia el domingo 13 del corriente con una banda de urracas a celebrar la falsa noticia; pero en lo mejor que la celebraban quedaron aturdidos con la verdadera de la importantísima y gloriosa victoria del 4 del corriente en la Ciudadela”[12].
            Así se refieren con fuertes expresiones a los opositores políticos. Por ejemplo los federales dicen de los unitarios: “Madrid y sus secuaces tan estúpidos como salvajes”[13], “tiñendo sus inmundas manos en la preciosa sangre de aquellas inocentes víctimas”[14], “el asqueroso y protervo bando de los salvajes unitarios”[15]; o los unitarios de los federales: “hacer bien a Villanos es echar agua en el mar”[16], “le sale una perrita cuzca lo ase de una pantorrilla, lo zamarra a gusto y le encarna los dientes”[17] escribe El Zonda de la esposa del gobernador.
Como explica Sierra, lo realmente trascendente en el alzamiento de Lavalle y la invasión de Córdoba por el general Paz se redujo a determinar que la historia política argentina entrara en un proceso definitorio, dividiendo al país en dos tendencias irreconciliables. No por lo que sus denominaciones: “unitario” y “federal” sugieren como formas estatales, sino por la realidad político-social-económica que cada una de ellas encarnaron. Por ello las denominaciones que propone Bohdziewicz “progresista” y “tradicionalista” tienen mayor y más profunda significatividad.
            Hasta entonces el país se había debatido en procura de encontrar las formas jurídicas de una organización estatal que afirmara la existencia de una nación, y si bien en tales empeños se identificaban tendencias, no podían señalarse entre ellas rupturas que hicieran imposible toda concordancia. Vemos con frecuencia traspasos de un lado al otro. Federales liberales como el Juan Gualberto Godoy de la primera hora, admirador del sistema norteamericano. O proteccionistas en economía como el Gobernador Videla Castillo que más tarde sería unitario.
            Todo esto cambió luego de Navarro. La primera consecuencia de los sucesos vividos desde el 1º de diciembre de 1828 fue la palmaria transformación que conoció el país en su elenco dirigencial. Quiroga, Rosas, Ferré, Aldao, Solá, Ibarra y López pasan a primer plano, mientras huyen al exterior Rivadavia, Agüero, Gómez, Alsina, los Varela, Gallardo, del Carril, Alvarado. Con claridad meridiana escribe Sierra: “en medio de ambos grupos la sangre de Dorrego como muro infranqueable”[18].
            “En esa honda división las respectivas denominaciones distaron mucho de encerrar el contenido esencial de cada grupo. Lo que dividía era más profundo, ya que en esencia se trataba de dos concepciones de vida, en virtud de lo cual era absurdo suponer que la solución que el país necesitaba se reducía a una carta constitucional dictada en uno u otro sentido, federal o unitaria. La guerra civil no fue el choque de dos conceptos relacionados con la administración del Estado, sino expresión de determinaciones sociales y religiosas, y pasó a ser, además, pugna entre la ciudad y el campo, choque de las masas sumergidas contra las élites privilegiadas, entre el sentido social que nuestro pueblo tenía como herencia de su formación hispano-católica y el individualismo disolvente de las pequeñas burguesías ciudadanas, y, esencialmente, entre un hondo sentido tradicionalista y las ideologías de plagio que constituían el bagaje de seudo intelectuales, carentes de auténtico sentido de lo nacional”[19].
            Por eso, en esta segunda etapa el enfrentamiento entre un grupo y otro fue tajante. Y esa imposibilidad de conciliación se vio reflejada en el periodismo que resultó de barricada, a punta de sable y lanza. Entonces floreció la reacción contra la invasión extranjerista junto con el repudio de la invasión extranjera. Floreció el sentido histórico y la devoción por los valores espirituales de lo nacional, la recuperación de la conciencia histórica y los valores tradicionales[20].


Periódicos científico-culturales

                            
            Por el año de aparición los periódicos a los que nos referiremos ahora, vieron la luz en la segunda etapa. Pero no obedecen a las mismas características de los restantes. Sobresalen por tener otro carácter al que definimos como: científico-cultural. Estos son, El Constitucional (1835) de San Juan y  La Ilustración Argentina (1846) de Mendoza. Ya hemos hecho la descripción de los mismos y la amplitud de temas que abarcaban. En el caso de La Ilustración además publicó folletines. Si bien la publicación de novelas por medio del periódico en entregas sucesivas era relativamente frecuente, en Cuyo, éste es el único periódico que lo hace. Por otra parte, la calidad editorial del mismo fue altamente superior a todos los demás publicados en Mendoza y en San Juan.


[1] Ossandón B., Carlos. El crepúsculo de los sabios y la irrupción de los publicistas, Santiago de Chile, LOM ediciones, 1998. p. 23-47. cit. en Bocco, Andrea, Op. Cit. p. 53-54.
[2] Ponte, Ricardo. La fragilidad…. Op. Cit., p. 22. 
[3] Arancibia, Víctor Hugo. “Los periódicos y la literatura o Las interacciones entre las instituciones” en: Altamiranda, Daniel (ed). Relecturas, reescrituras. Articulaciones discursivas. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”, Programa L.A.C., 1999, p. 183. El autor estudia el caso de los periódicos salteños  de la segunda mitad del siglo XIX.
[4] Durante los meses de julio, agosto y setiembre todos los números bajo el título “Carta de mayo” o “San Juan”, a veces en primera página y ss. o en la segunda, participaron de la discusión generada en San Juan por este documento. En ocasiones también se publicaron Remitidos de lectores con opiniones contrarias a las que El Eco de los Andes respondía. (números 39 a 49)
[5] Capdevila, Arturo, “El periodismo…”, Op. Cit., p. 460. Sierra, Vicente, Historia de la Argentina, Op. Cit., t. VIII, p. 269.
[6] Habermas, Jürgen. Modernidad: un proyecto incompleto, en: Casullo, Nicolás (comp) El debate modernidad-posmodernidad. Buenos Aires, Puntosur, 1991, p. 138.
[7] Costarelli Brandi, Hugo. “J. Habermas, ‘Modernidad: un Proyecto Incompleto”, en: Rodrígez de Grzona, Mirtha. Postmodernidad; Glosa y comentario de textos filosóficos, Mendoza, Propedéutica, 2007, p. 251.
[8] Como sostiene Cueto la noción de región es una noción dinámica, y como ejemplo para nuestra región en esa época dice: “Cuyo "independiente", tras el proceso de autonomías provinciales (1820) mantiene su composición hispana; pero sufre modificaciones llamativas al surgir fuertes personalidades que la anexan a otros espacios; tal como es la figura de Facundo Quiroga, época en la que La Rioja y las tres provincias cuyanas constituyen una unidad de análisis”. Cueto, Adolfo Omar. “La Historia Regional: una herramienta clave para la regionalización” en: Ecos y Voces de 200 años, San Rafael, Mendoza,  CD-Rom, ISBN: 987-43-9795-0, 2005. p. 8.
[9] “Al Toro”, en: El Corazero, Mendoza, 23 de octubre 1830, nº 2.
[10] El Torito de los Muchachos, 1830, Buenos Aires, Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, 1978.
[11] El Liberto, n. 12, Mendoza, 27 de noviembre de 1831, p. 3, c. 2 y p. 4, c. 1.
[12] Ibídem, p. 4.
[13] El Honor Cuyano, San Juan, 7 de marzo 1846, n. 3, p. 5, col. 1.
[14] Estandarte Federal, Mendoza, 19 de diciembre 1841, n. 2, p. 1, col. 1.
[15] El Republicano Federal, San Juan, 5 de marzo 1842, n. 2, p. IV, col. 1.
[16] El Corazero, Mendoza, 23 de octubre 1830, n. 2, p. 2, col. 2.
[17] El Zonda, San Juan, 25 de agosto 1839, n. 6, p. 4, col. 3.
[18] Sierra, Vicente. Op. Cit., t. V, p. 121-122.
[19] Ibídem.
[20] Ibídem, p. 432.