Conclusión General de la Primera Parte – Etapas del periodismo en Cuyo (1820-1852)
La valoración
patrimonial del periódico decimonónico como fuente histórica, nos ha llevado a
intentar un rescate de ese patrimonio perdido o disperso en el país y el
exterior. Sólo a partir de ese rescate podremos recuperar los secretos que
estas fuentes contienen en su interior y que nos permiten observar y valorar
otros aspectos de nuestro pasado histórico que conforman ese patrimonio
intangible.
Desde
esas labores heurísticas hemos podido intentar reconocer etapas diferenciadas
según el tenor de los conflictos preeminentes en cada época. Esos conflictos
son los que marcan las temáticas, las formas discursivas, las influencias
filosóficas y los objetivos explícitos e implícitos de los periódicos cuyanos.
Creemos haber confirmado que hubo un
importante desarrollo del periodismo en Cuyo en los primeros tiempos de la vida
independiente y los años de la
Confederación , que muchas veces había sido minimizado por los
historiadores ya sea por falta de información, por ejemplo por el
desconocimiento de la existencia de algunos periódicos, o por razones
ideológicas, de tal modo, los cronistas liberales despreciaron ciertas épocas o
ciertos periódicos que no correspondían a sus propias y personales
convicciones. El desarrollo periodístico estuvo vinculado a factores de diversa
índole.
Hemos visto que la introducción de
la imprenta en Cuyo ocasionó cambios y el arribo de los conceptos de opinión
pública y publicidad de los actos de gobierno. A estos responden los primeros
impresos y las publicaciones periódicas. De la mano de los anteriores, surgieron
las ideas de ilustración del pueblo y de difusión de los principios liberales. Todo
este proceso sacudió las estructuras tradicionales e hizo inevitable el choque
entre grupos de élite de tendencia ilustrada y las clases populares más
cercanas al pensamiento tradicional. De este modo la imprenta con la libre circulación de los
impresos y la secularización burguesa de la escritura, se constituyó como
agente clave en el cambio revolucionario que entronizó a la Razón Moderna, al
pensamiento burgués, civil, secularizado y fundamentalmente extraeclesial.
Paralelamente, vimos que surge el problema de la libertad de expresión,
su conceptualización, los abusos de la libertad y cómo ponerle freno a estos
excesos. Los Gobiernos Provinciales y las Magistraturas Nacionales apelaron a las
Leyes de Imprenta para enfrentar este problema. Fuertemente va a intervenir el
concepto de opinión pública que supone el debate y el consenso de opiniones
individuales. Es factible constatar el hecho de la funcionalidad de la idea de
opinión pública para la difusión de las ideologías. Mediante el método de la
creación del consenso, se logra crear un consenso artificial, un consenso
fabricado, pero que parece espontáneo, por ello impresiona fuertemente y se
torna sumamente efectivo ya que da la impresión de ser una opinión general.
En el fondo de este debate el problema es el del equilibrio entre
Sociedad y Estado, la expansión del liberalismo y la eliminación de la mayoría
de los cuerpos intermedios que antes mediaban entre el individuo y la sociedad
política. Esto hará necesario poner frenos a las fuerzas políticas, por medio
de la opinión pública y poner coto a la extralimitación de las opiniones, por
medio de la ley. El derecho de libertad de imprenta correlativo a la idea de opinión
pública, presenta una arista en la concreción de la libertad de expresión o de
opinión, el fomento de la instrucción pública y la ilustración de los
ciudadanos. Otras aristas se vinculan con la función de orientar al poder
público y elevar las críticas contra al poder, como medio de control y de
exigencia de responsabilidad de los gobernantes.
En el debate sobre la libertad de imprenta se develan las diferencias
entre el liberalismo ilustrado o exaltado progresista y el liberalismo
romántico o moderado conservador. ¿Libertad sin frenos o limitada por la fe y
la moral cristianas? Las primeras legislaciones cuyanas sobre esta materia se
ubicaron en la línea del liberalismo ilustrado o exaltado-progresista,
establece una libertad casi total con un régimen represivo o de responsabilidad
posterior. La consecuencia fue la implantación de una suerte de terrorismo
periodístico que no respetaba nada. El resultado no fue la existencia de verdadera libertad sino el
pasquinismo anónimo e irresponsable.
Lo importante es considerar que el complejo y delicado problema de la libertad de prensa puede ser
limitado a un análisis meramente cuantitativo. No es sólo el número de publicaciones
circulantes lo que puede dar pautas acerca de la existencia o inexistencia de
la libertad de expresión pública. Sí su contenido. Y es allí, en las opiniones
vertidas y en el momento de que se trate, donde deben buscarse las verdaderas
raíces de la cuestión.
Por eso era
necesario detenerse en el contenido empezando por la finalidad que perseguían
los autores del periódico. Así vimos las finalidades más o menos
explícitas de los periódicos y cómo el tipo de discurso y las estrategias
discursivas están condicionados por esos motivos. Los periódicos decimonónicos
tienen un carácter circunstancial y efímero, nacen en relación con sucesos
coyunturales. Las publicaciones periodísticas eran concebidas en todos los
casos como medios para vehiculizar ideas. Los primeros periódicos se autorrepresentan
como órganos civilizadores en correspondencia con el ideal ilustrado. Otros se
presentan aludiendo a una finalidad patriótica acercándose a ese romanticismo instintivo
y espontáneo, preocupado por la realidad nacional y con conciencia histórica.
Según el posicionamiento político algunos periódicos se presentan como
restauradores del orden, y como sostenedores del federalismo mientras que otros
se presentan como polemistas y ven al periódico como arma de lucha contra el
fanatismo y la pervivencia de la tradición hispano-criolla.
Decíamos al terminar de recorrer las
páginas de los periódicos mendocinos que lo primero que notamos es la
actualidad de las diatribas que se intercambian los unos con los otros. Pero al
mismo tiempo, y por contraste, podíamos ver la erudición, la altura poética y
prosificadora de aquellos contendientes, su familiaridad con las fuentes
clásicas, su lustre helénico y romano, que nos sitúan en una distancia remota
del periodismo actual.
En el caso del periodismo mendocino
dividimos el período que va desde 1820 a 1852 en tres partes. La primera época,
corresponde a la prensa ilustrada con su característica principal que es el
intento anti-histórico de hacer tabula
rasa con el pasado y la conciencia histórica. Esto se percibe con claridad
tanto en los temas que son tratados como en las formas estéticas empleadas: no
hay temas concretos relativos a la realidad nacional sino abstractas
disquisiciones filosóficas, no se apela a formas literarias autóctonas sino
impostaciones clasicistas. En el momento siguiente, nos encontramos con una
prensa combativa que ubicamos cronológicamente entre 1827 y 1841. Es un tiempo
de intensa crisis política de las que el periodismo se hace eco. Pero además,
aparece una nueva manera de enfrentar estos problemas que delineará un nuevo
horizonte cultural más vinculado a nuestras realidades y a unas nociones
estéticas propias, un sentido de conciencia histórica nacional o conciencia del
pasado patrio. La última época, de 1841 a 1852, es la llamamos de prensa
federal, ocurre en tiempos de estabilidad gubernamental, que tendrá un fruto
cultural sazonado en el periódico la Ilustración
Argentina.
El periplo que va de la primera a la tercera etapa nos sitúa ante la
realidad de la recuperación del sentido histórico y de la conciencia nacional
que teñirá el contenido, los estilos y las formas. El resultado de esta observación es que
contrariamente a la opinión corriente que ve a la época de Rivadavia como un momento de
singular promoción de las labores intelectuales, vemos que no hay allí
elementos que puedan ser situados en la raíz de un pensamiento nacional. Por
eso señalábamos la corrupción semántica del concepto político de barbarie. Los
verdaderos bárbaros, de acuerdo con la semántica romana del vocablo, fueron esos intelectuales que intentaron
proteger la “invasión de los bárbaros”, o sea de “los de afuera”. De modo que
había que esperar a esta última etapa para ver el verdadero fruto de la cultura,
de un pensamiento argentino, afirmativo de la síntesis cristiana y del concepto
del hombre y de la actividad creadora de su espíritu.
En el
caso del periodismo sanjuanino vimos dos etapas bien definidas. El primer
momento del choque entre el anticlericalismo y el tradicionalismo, que va de
1825 a 1829. Es la etapa de la reforma eclesiástica y de la reacción popular en
su contra, que deja el saldo de una sociedad sanjuanina fuertemente dividida por
la cuestión religiosa de un modo violento y radical. Antes del segundo período
hubo un tiempo de silencio de imprenta entre 1830 y 1834, debido a la alta
conflictividad de los tiempos. La segunda etapa que corresponde a la lucha
política entre unitarismo o progresismo y federalismo o tradicionalismo, que va
de 1835 a 1852. En ella se produce el enfrentamiento entre estas dos
cosmovisiones cuyos modos de entender la vida, la sociedad y la patria eran
raigalmente distintos.
Resalta,
en el caso sanjuanino, el carácter eminentemente político de su periodismo y el
alto grado de agitación de las pasiones en un clima que reproducía los efectos
de la larga guerra civil.
Los periódicos decimonónicos se nos han presentado como a caballo de dos
épocas, porque si bien procuran representar y captar al público según el fin
utilitario de la ilustración, lo hacen con las técnicas polifónicas de
raigambre barroca. Con sus escasos medios técnicos ofrecen una pluralidad de
voces por medio del empleo de diferentes géneros textuales: argumentativos,
expositivos, epístolas (fundamentalmente cartas de lectores –reales o fingidas)
y respuestas a esas cartas, narraciones, textos glosados por medio de notas al
pie de página. Con gran creatividad se superan las deficiencias
tecnológicas, y hacen tanto con tan poco: poner las letras al revés para
indicar una idea, usar una voz femenina para atraer a otro público, fingir
cartas al lector para exponer una idea, insertar avisos que no venden nada sino
exponen un pensamiento, uso de seudónimos y adjudicación de sobrenombres.
Una
periodización del periodismo cuyano
Procuraremos ahora establecer una
periodización que sea abarcadora de toda la realidad cuyana.
En
general, los autores que se han ocupado del primer periodismo americano reconocen
dos etapas: la primera, durante el siglo XVIII, la de la prensa oficial y
pro-colonialista y la segunda, a inicios del siglo XIX, la de la prensa
revolucionaria e insurgente. Los periódicos de la primera etapa fueron
básicamente informativos y, los de la segunda, político-panfletarios.
El periodismo en Cuyo se inicia recién hacia 1820 por lo
que se encuentra de lleno en la segunda etapa. Dentro de ella encontramos
tendencias diferentes que nos llevan a sub-dividirla en dos períodos: el
primero, desde 1820-1829, en que advertimos una preeminencia de factores
ideológico-culturales. Se oponían sistemas de ideas filosófico-religiosas, y
los periódicos fueron el medio de manifestación de esas discusiones de profunda
raíz religiosa. En un segundo momento, el factor preeminente fue el político.
Las hojas se vuelven testimonio vívido del conflicto profundo entre dos
proyectos antagónicos del país, el unitario y el federal, que más que una
cuestión de organización política encarnaban cosmovisiones diversas: tradicional
y cristiana frente a la liberal y modernista. El periodismo se vuelve entonces
combativo, de sable y lanza.
El crítico chileno Carlos Ossandón B., hace la siguiente clasificación a
partir de las distinciones entre los periódicos del siglo XIX: prensa política
y de barricada, prensa doctrinaria, prensa cultural científica y literaria,
prensa comercial e informativa, prensa estratega y fundadora, prensa
raciocinante e informativa[1].
Dicho autor considera que los cinco primeros tipos se pueden encontrar en la
primera mitad del siglo XIX mientras que el último recién en la segunda parte
de aquel siglo. Si aplicamos esta tipología a los periódicos de Cuyo
encontramos entre 1820-1829 que los periódicos corresponden a las
características de la prensa doctrinaria. Esto es una prensa de ideas, no
exenta de pasiones, que busca defender posiciones y se sostiene en la necesidad
de dilucidación ideológica. Entre 1829-1852 la prensa es fundamentalmente
política y de barricada. Sus caracteres la muestran como una prensa ocasional,
ideológica, múltiple, principalmente política y polémica; orgánica al poder,
que sirve, sobre todo, para estorbar el paso al adversario o para defender
posiciones. En esta misma época nos encontramos con dos casos de periódicos, El Constitucional de San Juan y La Ilustración Argentina de
Mendoza, que podríamos encuadrar en el
tipo de prensa cultural científica y literaria, por tratarse de publicaciones
que por su carácter y objetivos se
proponen incentivar búsquedas y sobre todo poner al día o divulgar filosofías,
usos, nuevos descubrimientos, métodos científicos, producciones literarias.
Si comparamos el periodismo mendocino con el sanjuanino, vemos que la
virulencia política en San Juan se dio desde el inicio del periodismo en 1825.
Allí la prensa doctrinaria es polemista, de barricada y la batalla religiosa
fue más radicalizada.
Estas dos etapas van acompañadas de diferentes
estrategias de interacción en la relación periodista-lector, estas tienen
relación con el tipo de prensa y el objetivo que se propone. Pocas semejanzas
pueden establecerse entre el lenguaje culto y neutro de El Eco de los Andes, con la pluma agresiva, directa, apasionada de
Juan Gualberto Godoy, o la socarrona de Sarmiento, en los periódicos
sanjuaninos. Y nótese en el ejemplo que ambos periódicos participan de la misma
concepción ideológico-política. En este caso las diferencias se encuentran en
la diversidad de conceptos estéticos y no en la cosmovisión que subyace en la
discursiva periodística y literaria. Menos similitudes podemos encontrar entre El Constitucional o El Cuyano y El Zonda
donde no sólo hay conceptos estéticos distintos sino cosmovisiones opuestas.
Decíamos en la introducción que reconocemos en
los periódicos un triple carácter:[2] como lugar de
argumentación, como espacio de lucha de los diversos grupos sociales en
conflicto y como arma de lucha política entre los distintos grupos. Podríamos
desde esta perspectiva asegurar que en la primera etapa el periódico es
fundamentalmente lugar de argumentación, en tanto que en la segunda es, de modo
categórico, principalmente espacio y arma de lucha política.
La etapa de discusión ideológico-religiosa
Esta etapa se encuentra fuertemente
influida por la política rivadaviana que estaba teniendo lugar en Buenos Aires
y la presencia en Cuyo de Juan Crisóstomo Lafinur y Salvador María del Carril.
Por la primera influencia, el gobernador Pedro Molina introducirá reformas
liberales referentes al clero como así también en materia de educación, sostenidas
y apoyadas con entusiasmo desde las columnas de El Verdadero Amigo del País y El
Defensor de la Carta de Mayo. Los periódicos partidarios de las ideas
ilustradas, liberales, apoyan esta política desde sus páginas y polemizan con
quienes no comparten la política gubernamental en la materia. Así del costado
liberal El Verdadero Amigo del País (Mendoza), el Defensor de la Carta de Mayo (San
Juan), y El Eco de los Andes (Mendoza); entablan la polémica con El orden (Mendoza) y El
Amigo del orden (Mendoza), de filiación católica.
Los títulos de las publicaciones y
los lemas que aparecen en la portada permiten rastrear los campos de sentido a
los que apuntaban las publicaciones[3].
El campo semántico que se infiere de estos nombres hace referencia a las
organizaciones arquetípicas de la ilustración española del siglo XVIII, las
llamadas Sociedades de Amigos del País (El
Amigo del País, El Verdadero Amigo del País, El Amigo del Orden), a los ideales
de la revolución de mayo desde la óptica del liberalismo ilustrado (El Defensor de la Carta de Mayo), al
recorte de la región siendo la cordillera de los Andes el eje de vertebración
geográfica (El Eco de los Andes), al
ideal ilustrado de difundir las luces (El
Repetidor, El Iris Argentino), hacen referencia a otros periódicos
nacionales y americanos (El Telégrafo, El
Iris Argentino, El Observador, Gaceta de Mendoza, La Abeja Mendocina), en
tiempos de la Presidencia de Rivadavia se hará hincapié en el concepto de
República (El Tambor Republicano) o
bien, desde la vereda opuesta, se alude al orden (El Orden, El Amigo del Orden) como principal remedio ante la
ideología. Si observamos los lemas también podemos sacar algunas conclusiones. El
Termómetro del Día, lleva como lema la inscripción "Est natura hominum novitatis avida. Plin. Hist. Natur.",
que significa: la naturaleza de los hombres es ávida de novedades, tomada del
historiador romano Plinio. El
Amigo del Orden, de Mendoza, periódico católico, pone como epígrafe
la conocida expresión atribuida a San Agustín de Hipona: "In necesariis Unitas, in dubiif Libertas in Ommibus
charitas", esto es: en lo necesario Unidad, en lo opinable Libertad y
en todo Caridad. En El Eco de los
Andes, hasta el n. 48, utiliza el aforismo de Filangieri “Là ou la véritè craint de faire
entendre sa voix, la vertu est timide te la force puissante - Donde
la verdad teme hacerse escuchar, la virtud desaparece porque la fuerza es
poderosa”. Después
utiliza el de Mme. Staël: “Le remede aux
passions n’est pas dans le despotisme mais dans le régne de la loi - El
remedio de las pasiones populares no está en el despotismo, sino en el reinado
de la ley”. En ambos casos en el margen izquierdo está escrita en francés y
sobre el margen opuesto su traducción. Defensor
de la Carta de Mayo: siguiente texto a dos columnas, en francés y
español:
“Ce que le puple desire aujourd’ hui,
c’est le repos;
Ce que il veut,
c’est que la liberte remplace enfin
la revolution;
Ce
qui est populaire,
c’est
ce qui est juste et moral.
B. C.
|
¿Que
desea el pueblo hoy día?
El
reposo.
¿Qué
quiere el Pueblo?
Que
la libertad reemplace en fin
á la revolución.
¿Qué
cosa obtiene el voto público?
Únicamente
lo que es justo y moral.
B. C.”
|
El Repetidor, también a dos columnas lleva el lema “La vertu seule fait les Republicains.− La virtud sola hace los
republicanos”. El
Iris Argentino lleva la consigna “Nec
Marius, Nec Silla, Nec Cesar”, en referencia a la historia romana. El Huracán emplea la sugestiva frase “Una
atmósfera cargada de miasmas sólo la tempestad la bonifica”. En la mayoría de
estos casos vemos la influencia del racionalismo francés o del
“europometrismo cultural” como decía el pensador Julio Ycaza Tigerino. Sólo el
último de los aludidos, El Huracán,
pareciera más bien pertenecer a la etapa siguiente.
Si hacemos revista del contexto
histórico, como ya dijimos fueron años de intensa agitación política e
ideológica en todo el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y
también en las provincias de Cuyo. En Mendoza especialmente entre los años 1822
y 1824, con la presencia de Lafinur. En San Juan sobre todo en los años 1825 y
1826 durante la gobernación de Salvador María del Carril.
En Mendoza, en el contexto de esta
discusión de esencia religiosa, se produjo una crisis social que incluso
adquirió visos institucionales a partir de la intervención del Cabildo y la
sustitución del liberal ministro Pedro Nolasco Videla, autor de las principales
iniciativas legislativas reformistas. En San Juan esta etapa se había iniciado
muy violentamente a partir de la sanción y
publicación del primer impreso sanjuanino, La Carta de Mayo. El conflicto pasaba por
la discusión acerca de la tolerancia religiosa, con el apoyo de los pensadores
racionalistas de la
Enciclopedia francesa.
Esta discusión se dio tanto en San Juan, como en Mendoza, desde donde
los ilustrados mendocinos manifestaban su apoyo a la Carta de Mayo en las páginas de El Eco de los Andes[4].
Arturo Capdevila alude a esta época como la
“guerra de los periódicos”, una denominación que tiene el mismo sentido que la
expresión “terrorismo periodístico” que emplea Vicente Sierra. Subdivide la
década en 4 momentos: al primero lo llama “el de la formación en batalla”, al
segundo “el de la batalla del Ministerio”, el tercero es “el de la batalla de
la Presidencia” y el cuarto y último “el de la retirada liberal”[5].
Si bien Capdevila trabaja principalmente con los periódicos de Buenos Aires,
podemos apreciar que esa periodización es apta también para nuestro periodismo
cuyano donde se debaten los mismos problemas y con un tipo de discurso o formas
discursivas similares a las empleadas en Buenos Aires.
Jürgern Habermas ha expuesto acerca del proyecto del iluminismo, el
proyecto de la modernidad, consistente en una racionalización de la cultura.
Cada dominio de la cultura sería tratado por profesionales que enfocarían los
problemas con perspectiva de especialistas. En este proyecto estaba incluido el
periodismo. Se procuraba el desarrollo de una ciencia objetiva, una moral
universal, una ley y un arte autónomos y regulados por lógicas propias.
“Deseaban emplear esta acumulación de cultura especializada en el
enriquecimiento de la vida diaria, es decir en la organización racional de la
cotidianidad social”[6]. El resultado, sin embargo, fue justamente el
menos esperado por los iluministas. Al respecto, Costarelli Brandi comenta, “si
algo podemos verificar hoy día es que tal escisión del saber, ha traído
aparejada una recondensación de las esferas, es decir, una especialización de
las mismas, una elaboración de un lenguaje propio, cada vez más esotérico; de
manera que si algo quedó afuera de ellas, eso es justamente, la vida cotidiana”[7]. Esto
es palpable en esta primera etapa del periodismo cuyano, impregnado de los
ideales iluministas fue abstracto y antihistórico. Quiso rebelarse contra la
realidad, quiso romper con el pasado ignorándolo. Esto fue lo que ocasionó el
choque de posturas.
La etapa de eminente discusión política
Si intentamos recomponer el campo
semántico al que remiten sus títulos y lemas; El Corazero, El Nuevo Eco de los
Andes, El Liberto, El Yunque Republicano, El Cuyano, El Centinela Mendocino, El
Estandarte federal, La Ilustración Argentina, La Gaceta Mercantil de Cuyo, El
Federal (para Mendoza). Y El Abogado Federal, El Amigo del Orden, La
Fragua Republicana, El Republicano, El Solitario, El Constitucional, El Zonda,
El Republicano Federal, El Honor Cuyano (para San Juan) vemos que, si
bien, se repiten algunos nombres que hacen pensar en el racionalismo y la
ilustración, aparecen otros que tienen que ver directamente con la organización
constitucional y el sistema político.
También hay algunos que aluden a la región aunque más bien centrando el eje en
el concepto de Cuyo[8].
Si observamos los lemas o consignas, los pocos periódicos que las tienen
remiten a versos o refranes sustentados más bien en la experiencia que en
teorías: “Cura tienen nuestros males, si enmendarnos queremos” “Agricultor soy
y seré feliz, pues las leyes me protegen” (El
Cuyano), “La experiencia que es madre del consejo en la mano nos pone un
aparejo” (Estandarte federal), “De la
verdad amante, de la virtud amigo” (El
Constitucional), “¡Viva la Federación! (El Centinela Mendocino y El
Abogado Federal), “¡Viva
la Federación!” y debajo “Rosas, Independencia ó Muerte” (El Republicano Federal)
y “¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios” (El Honor Cuyano). Estos últimos remiten
a los símbolos del sistema rosista. Estas consignas nos muestran claramente la
evolución periodística desde la discusión doctrinaria e ideológica de los años
22 al 29, en que las frases eran tomadas de filósofos y autores europeos
allegados a la Revolución Francesa y que como un extemporáneo eco, en 1831, repite
El Liberto “Pasó el tiempo en
que los acentos de la libertad fueron sofocados, hoy que conocemos sus delicias
marchemos, en todas direcciones a cultivarla en el bello suelo de la República.
Vergniaud”, hasta esas de El Cuyano, con sustento empírico y
resolución gauchesca. Luego, si comparamos con lo que decíamos de la primera
etapa vemos aquí que la polémica se va centrando más en conceptos políticos y
no tanto ideológico-religiosos, con base en la experiencia, referencias a la
realidad y praxis política y no tanto a las teorías.
Como ya lo hemos mencionado, en esta
segunda etapa los periódicos abandonan la postura doctrinaria para convertirse
en arma de combate. Así por ejemplo aquel artículo costumbrista de El
Yunque Republicano criticaba la falta de orgullo nacional y la pasión
por la extranjería.
Juan Gualberto Godoy con El corazero, hacía en contrapunto unitario de El Torito de los Muchachos. A este le dedica
una extensa composición hexasílaba en tono amenazante y zumbón
“Hecha
ese Toro Temas
Que
llaman de los muchachos
Lo
enlazaré de los cachos
Brindando
al general Paz.
(…)
Dis
que ese Toro es bravazo;
Pero
que me importa a mí,
Si
aunque sea como ají
Yo
le he de meter el lazo.
Mirale
la marca
Vele
la señal
Y
apuesto a que es manso
Pues
es federal.
Solo
a los muchachos
Podrá
meter miedo
Pero
se hará ñato
Si
ve a un corazero”[9].
Justamente
en el número anterior el Torito de los
muchachos había publicado
“Muchachas,
qué tienen
Estos
unitarios
Que
a más de cobardes
Son
tan sanguinarios.
Es
preciso darles
Su
buen merecido
Por
los muchos males
Que
nos han traído.
No
veis que en el día
Aún
venganza gritan,
Y
al ver que no mandan
Braman
y se irritan”[10].
Luego del triunfo federal en
Mendoza El Liberto celebrará el triunfo federal de Ciudadela. Acerca de
un movimiento revolucionario de San Luis se refiere a La Madrid o a Videla Castillo
en estos términos: “el imbécil protector de los Urracas”[11]. También
comenta con sarcasmo:
“Chasco,
se lo ha llevado muy bueno el fraile cura de San Vicente después de haber
persuadido a algunos de sus feligreses de que ya era completamente derrotado el
General Quiroga, y de que se hallaban aun en este vecindario algunos de los
derrotados dispersos, pero ocultos por
orden del gobierno. Se retiró a su
Estancia el domingo 13 del corriente con una banda de urracas a celebrar la
falsa noticia; pero en lo mejor que la celebraban quedaron aturdidos con la
verdadera de la importantísima y gloriosa victoria del 4 del corriente en la
Ciudadela”[12].
Así se refieren con fuertes expresiones
a los opositores políticos. Por ejemplo los federales dicen de los unitarios: “Madrid
y sus secuaces tan estúpidos como salvajes”[13],
“tiñendo sus inmundas manos en la preciosa sangre de aquellas inocentes
víctimas”[14], “el asqueroso y protervo
bando de los salvajes unitarios”[15]; o
los unitarios de los federales: “hacer bien a Villanos es echar agua en el mar”[16], “le
sale una perrita cuzca lo ase de una pantorrilla, lo zamarra a gusto y le
encarna los dientes”[17]
escribe El Zonda de la esposa del
gobernador.
Como explica Sierra, lo
realmente trascendente en el alzamiento de Lavalle y la invasión de Córdoba por
el general Paz se redujo a determinar que la historia política argentina
entrara en un proceso definitorio, dividiendo al país en dos tendencias
irreconciliables. No por lo que sus denominaciones: “unitario” y “federal”
sugieren como formas estatales, sino por la realidad político-social-económica
que cada una de ellas encarnaron. Por ello las denominaciones que propone
Bohdziewicz “progresista” y “tradicionalista” tienen mayor y más profunda
significatividad.
Hasta
entonces el país se había debatido en procura de encontrar las formas jurídicas
de una organización estatal que afirmara la existencia de una nación, y si bien
en tales empeños se identificaban tendencias, no podían señalarse entre ellas
rupturas que hicieran imposible toda concordancia. Vemos con frecuencia
traspasos de un lado al otro. Federales liberales como el Juan Gualberto Godoy
de la primera hora, admirador del sistema norteamericano. O proteccionistas en
economía como el Gobernador Videla Castillo que más tarde sería unitario.
Todo
esto cambió luego de Navarro. La primera consecuencia de los sucesos vividos
desde el 1º de diciembre de 1828 fue la palmaria transformación que conoció el
país en su elenco dirigencial. Quiroga, Rosas, Ferré, Aldao, Solá, Ibarra y
López pasan a primer plano, mientras huyen al exterior Rivadavia, Agüero,
Gómez, Alsina, los Varela, Gallardo, del Carril, Alvarado. Con claridad
meridiana escribe Sierra: “en medio de ambos grupos la sangre de Dorrego como
muro infranqueable”[18].
“En esa honda división las respectivas denominaciones distaron mucho
de encerrar el contenido esencial de cada grupo. Lo que dividía era más
profundo, ya que en esencia se trataba de dos concepciones de vida, en virtud
de lo cual era absurdo suponer que la solución que el país necesitaba se
reducía a una carta constitucional dictada en uno u otro sentido, federal o
unitaria. La guerra civil no fue el choque de dos conceptos relacionados con la
administración del Estado, sino expresión de determinaciones sociales y
religiosas, y pasó a ser, además, pugna entre la ciudad y el campo, choque de
las masas sumergidas contra las élites privilegiadas, entre el sentido social
que nuestro pueblo tenía como herencia de su formación hispano-católica y el
individualismo disolvente de las pequeñas burguesías ciudadanas, y,
esencialmente, entre un hondo sentido tradicionalista y las ideologías de
plagio que constituían el bagaje de seudo intelectuales, carentes de auténtico
sentido de lo nacional”[19].
Por
eso, en esta segunda etapa el enfrentamiento entre un grupo y otro fue tajante.
Y esa imposibilidad de conciliación se vio reflejada en el periodismo que
resultó de barricada, a punta de sable y lanza. Entonces
floreció la reacción contra la invasión extranjerista junto con el repudio de
la invasión extranjera. Floreció el sentido histórico y la devoción por los valores espirituales de lo
nacional, la recuperación de la conciencia histórica y los valores
tradicionales[20].
Periódicos
científico-culturales
Por el año de aparición los
periódicos a los que nos referiremos ahora, vieron la luz en la segunda etapa.
Pero no obedecen a las mismas características de los restantes. Sobresalen por
tener otro carácter al que definimos como: científico-cultural. Estos son, El
Constitucional (1835) de San Juan y
La
Ilustración Argentina (1846) de Mendoza. Ya
hemos hecho la descripción de los mismos y la amplitud de temas que abarcaban.
En el caso de La Ilustración además
publicó folletines. Si bien la publicación de novelas por medio del periódico
en entregas sucesivas era relativamente frecuente, en Cuyo, éste es el único
periódico que lo hace. Por otra parte, la calidad editorial del mismo fue
altamente superior a todos los demás publicados en Mendoza y en San Juan.
[1] Ossandón B., Carlos. El crepúsculo de los sabios y la irrupción
de los publicistas, Santiago de Chile, LOM ediciones, 1998. p. 23-47. cit.
en Bocco, Andrea, Op. Cit. p.
53-54.
[3] Arancibia, Víctor Hugo.
“Los periódicos y la literatura o Las interacciones entre las instituciones”
en: Altamiranda, Daniel (ed). Relecturas, reescrituras. Articulaciones
discursivas. Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de
Filosofía y Letras, Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”, Programa
L.A.C., 1999, p. 183. El autor estudia el caso de los periódicos salteños de la segunda mitad del siglo XIX.
[4] Durante los meses de julio, agosto y setiembre todos los números bajo
el título “Carta de mayo” o “San Juan”, a veces en primera página y ss. o en la
segunda, participaron de la discusión generada en San Juan por este documento.
En ocasiones también se publicaron Remitidos de lectores con opiniones
contrarias a las que El Eco de los Andes respondía. (números 39 a 49)
[5] Capdevila, Arturo, “El
periodismo…”, Op. Cit., p. 460. Sierra, Vicente, Historia de la Argentina, Op.
Cit., t. VIII, p. 269.
[6] Habermas, Jürgen. Modernidad: un proyecto incompleto, en: Casullo, Nicolás (comp) El debate modernidad-posmodernidad. Buenos
Aires, Puntosur, 1991, p. 138.
[7] Costarelli Brandi, Hugo.
“J. Habermas, ‘Modernidad: un Proyecto Incompleto”, en: Rodrígez de Grzona, Mirtha. Postmodernidad; Glosa y comentario de textos filosóficos, Mendoza,
Propedéutica, 2007, p. 251.
[8] Como sostiene Cueto la noción de región es una noción dinámica, y como
ejemplo para nuestra región en esa época dice: “Cuyo "independiente",
tras el proceso de autonomías provinciales (1820) mantiene su composición
hispana; pero sufre modificaciones llamativas al surgir fuertes personalidades
que la anexan a otros espacios; tal como es la figura de Facundo Quiroga, época
en la que La Rioja y
las tres provincias cuyanas constituyen una unidad de análisis”. Cueto, Adolfo Omar. “La Historia Regional :
una herramienta clave para la regionalización” en: Ecos y Voces de 200 años, San Rafael, Mendoza, CD-Rom, ISBN:
987-43-9795-0, 2005. p. 8.
[9] “Al Toro”, en: El Corazero,
Mendoza, 23 de octubre 1830, nº 2.
[10] El Torito de los Muchachos, 1830,
Buenos Aires, Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”, 1978.
[11] El Liberto, n. 12, Mendoza,
27 de noviembre de 1831, p. 3, c. 2 y p. 4, c. 1.
[12] Ibídem, p. 4.
[15] El Republicano Federal, San
Juan, 5 de marzo 1842, n. 2, p. IV, col. 1.