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Fragmento de La Ilustración Argentina |
Un novedoso texto que bajo la forma y el nombre de “Correspondencia”[1]
simula la escritura femenina de una comprovinciana que responde a una amiga de
la capital y le cuenta sobre la vida en Mendoza. Termina con estas líneas:
“Por lo demás aquí se
disfruta del mas bello clima del mundo; los días son magníficos, las tardes
deliciosas. (…) Aunque me tomes por una romántica o por una aturdida, te
aseguro que no hay para mí cosa más deliciosa, que dar un vistazo por las
tardes, al ponerse el sol, hacia los azulados declives de la cordillera (…) El
golpe de vista es magnífico, y allí puede decir uno que se empapa por los ojos
y el corazón, en esas tiernas y tranquilas armonías que se despiertan en el
alma a manera de los ecos lejanos de una melodiosa música”[2].
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Es sin duda una percepción del entorno como paisaje típicamente romántica con sus tres
elementos fundamentales: el entorno natural y el observador, un conjunto de
valores que el observador deposita en el entorno, una serie de técnicas de
representación según la mirada adoptada y los valores asignados. Como bien lo
explica Gustavo Zonana “en la construcción del entorno como paisaje el observador
desempeña un papel de capital importancia: es la ventana que otorga encuadre al
paisaje”[1]. Este
papel es el que se reserva la Ilustración Argentina ofrecer esos “cuadros
naturales”, expresión que manifiesta claramente la percepción del paisaje como
una pintura. Se nos presenta también algo de lo que explica con elocuencia
Ibarguren al decir: “La irradiación espiritual de un pueblo surge pura y
definida en los campos donde el hombre está en contacto directo con la tierra;
se empaña y adultera en las ciudades metropolitanas”[2]. ¿Es
la irradiación espiritual de la tierra mendocina? ¿Es la experiencia del
observador que ha pasado por la gran ciudad y vuelve a la tierra? ¿Es la
experiencia del extrañamiento de quien ha estado exiliado de su tierra? ¿Es la
postura y actitud de un romántico ante la vida?[3].
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También es posible ver la crítica de
costumbres con un fundamento patriótico de 1849:
“en estos casos, el traje
europeo sobre frio y ridículo, es, no se puede más, impropio. En estos casos no
hay como el chiripá, pero un chiripá ancho y flotante, color cólera y amor, q’
se ajita (sic)”[1].
O el arraigo a la tierra y sus cosas dentro del hispanoamericanismo,
argentino y federal:
“mientras
nosotros nos mostrábamos ciegos ó indiferentes acía (sic) el inagotable tesoro
de riquezas físicas que poseemos, fuente de tan grandes goces y de tan
profundas emociones para la inteligencia (…) penetrándose de ese entusiasmo en
que se empapa el alma cuando se halla sola consigo misma”[2].
Hay
una recuperación del sentido histórico y una recuperación de la conciencia
nacional que afecta al contenido, a los estilos y a las formas.
[1] “Revista del Mes”, en: Ilustración
Argentina, Op. Cit., n. 2, p. [12] 52, col. 2.
[2] Llerena Daract, Juan.
“Mendoza pintoresco”, en: Ilustración
argentina, Mendoza, nº 5, octubre de 1849, p. 173 de la colección, col. 1.
[1] Zonana, Gustavo, “El
paisaje en Aconcagua, de A. R.
Bufano” en: Videla de Rivero, Gloria
(coord.) Literatura de Mendoza; Espacio,
historia, sociedad. Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, 2000, p. 203.
[2] Ibarguren, Carlos,
“Prólogo”, en: Ibarguren, C., Aita, A. y
Vignale, P. J. El paisaje y el
alma argentina. Buenos Aires, Comisión Argentina de Cooperación
intelectual, 1938, p. 9. Cit. en Zonana,
G. Op. Cit., p. 201.
[3] Sin duda Llerena es una personalidad fuera de serie. Sarmiento en sus Obras Completas (XV, p. 349) habla de
sus “desequilibrios nerviosos que lo exponían de vez en cuando a excitaciones
verbales”, bien que, ya sabemos que las excitaciones verbales corrían con
idéntica fuerza por ambas partes.
[1] “Industria”, en: Ibídem, n.
2, p. [12] 52. “El general Benavidez”, en: Ibídem,
n. 2, p. [14] 54. “Correspondencia”, en: Ibídem, n. 2, p. [14] 54.
[2] “Correspondencia”, en: Ibídem, n.
2, p. [15] 55, col. 1.
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